viernes, 14 de septiembre de 2007

12 DE OCTUBRE


DÍA DE LA RAZA

en homenaje al descubridor del continente americano

CRISTÓBAL COLÓN

11 DE SEPTIEMBRE


DÍA DEL MAESTRO

en homenaje a

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

17 DE AGOSTO


HOMENAJE AL

GRAL. JOSÉ DE SAN MARTÍN

9 DE JULIO


DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA

20 DE JUNIO


20 DE JUNIO
DÍA DE LA BANDERA

en homenaje a su creador

MANUEL BELGRANO
Día en que anualmente se le rinde homenaje al general Manuel Belgrano, quien murió en esta fecha a los cincuenta años de edad. Fue maestro de ideas y sentimientos. Su corta vida le alcanzó para dar a su patria, entre otras cosas, su obra más perdurable: "la bandera celeste y blanca", que en 1816 fuera consagrada como Enseña Nacional por el Congreso de Tucumán.
Este héroe de la independencia argentina fue una de las glorias más puras de nuestra historia; nació en Buenos Aires, en el seno de una familia de origen italiano perteneciente a la antigua nobleza ligur. Manuel estudió primero en el Real Colegio de San Carlos donde completó su licenciatura en Filosofía y luego fue enviado a España; allí se matriculó en la Universidad de Salamanca, pero completó sus estudios de Derecho en Valladolid. Se trasladó entonces a Madrid dedicándose a profundizar sus conocimientos de economía política, derecho público y lenguas vivas. En 1793 fue nombrado por Carlos IV secretario del Consulado que se estaba por crear en Buenos Aires, y Belgrano regresó a su patria entusiasmado con la idea de colaborar con sus conocimientos al progreso de ciudad natal. Cuando llegó a Buenos Aires puso en práctica sus proyectos y logró en este sentido importantes resultados, si bien en muchas ocasiones debió tropezar con la incomprensión y las burlas de los demás; entre sus muchos proyectos figuraba la creación de una Escuela de Comercio, una Escuela de Dibujo y una Escuela de Náutica, que pudo ver realizada en 1799. Fue preocupación permanente de Belgrano mejorar los métodos agrícolas, la introducción de nuevas industrias, entre ellas la textil, el fomento del comercio y la navegación y la creación y mejoramiento de los caminos. Incorporado al regimiento de Patricios, luego de la primera invasión inglesa, fue uno de sus mejores jefes; con ellos intervino en la defensa de Buenos Aires durante la segunda invasión y más tarde se convirtió en uno de los más activos colaboradores del grupo de hombres que preparó la Revolución de Mayo. Se encontraba descansando en una localidad cercana a Buenos Aires cuando fue convocado (abril de 1810) para intervenir en los sucesos que se estaban gestando, y a partir de ese momento su actividad fue infatigable. Cuando cayó el virrey y se formó la Primera Junta, Belgrano la integró como vocal.
Luego se le encomendó el mando del ejército que debía lograr la adhesión de las demás provincias a la causa revolucionaria e impedir que los españoles se adueñaran de la situación. Se enviaron dos expediciones: una al Norte, al mando de Francisco Ortiz de Ocampo, y la otra al Paraguay, al mando de Belgrano. A lo largo del camino fue recibiendo adhesiones, donativos y nuevos reclutas; en Entre Ríos fundó la población de Mandisoví y en Corrientes, Curuzú Cuatiá. Al llegar a tierra paraguaya, el ejército de Belgrano se enfrentó con los españoles en la batalla de Campichuelo (19 de diciembre de 1810) dispersándolos completamente; pero no encontró entre los pobladores una total adhesión al mensaje de libertad que llevaba el ejército; por el contrario huía asolando los campos ante la marcha de los soldados. En los meses subsiguientes los realistas pudieron rehacer sus fuerzas y Belgrano volvió a enfrentarlos en la batalla de Tacuarí (9 de marzo de 1811), donde el valor del ejército patriota asombró a los españoles instándolos a firmar un digno armisticio y retirarse. Al año siguiente el gobierno de Buenos Aires le encomendó el mando de las baterías que estaban construyéndose en Rosario, Libertad e Independencia, y pocos días después de hacerse cargo creó la bandera nacional celeste y blanca, de acuerdo con los colores de la escarapela cuyo uso él mismo había propuesto al Triunvirato.
Luego Belgrano marchó a Tucumán, para recibir de Pueyrredón en mando del ejército del Norte que llegaba diezmado por los contrastes sufridos en el Alto Perú; Belgrano lo reorganizó con extraordinario esfuerzo y el 25 de mayo de 1812 lo hizo jurar la bandera que había creado y que había hecho bendecir por el canónigo Gorriti. Pero ante el ataque inminente de los españoles optó por ordenar la retirada y se sucedieron las heroicas jornadas del Éxodo Jujeño, perseguidos implacablemente por el enemigo. El 3 de septiembre de 1812 Belgrano los enfrentó en la exitosa batalla de Las Piedras y poco después, contrariando las órdenes del gobierno de continuar la retirada, volvió a presentar combate y obtuvo el brillante triunfo de Tucumán el 24 de septiembre de 1812. Meses después venció nuevamente a los españoles en Salta (20 de febrero de 1813), obligando al general Tristán a firmar la capitulación. El premio de cuarenta mil pesos que el gobierno entregó a Belgrano por las victorias de Tucumán y Salta fue destinado por este insigne patriota a la construcción de cuatro escuelas. Luego fue destinado al ejército del Alto Perú, donde sufrió las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, frente al ejército español encabezado por el general Pezuela. Luego de entregar el comando del ejército a San Martín, Belgrano realizó una misión diplomática en Europa de donde regresó en 1816; estuvo en Tucumán apoyando con su palabra y su acción la proclamación de la indepencencia y poco tiempo después el Congreso lo designó jefe del ejército del Norte, que Belgrano debió reorganizar y disciplinar severamente mientras colaboraba en la medida de sus posibilidades, en la epopeya gaucha emprendida por Martín Güemes en las fronteras de la patria.
En 1819 Belgrano solicitó su licenciamiento por sentirse enfermo y se trasladó a Tucumán en procura de un mejor clima para su quebrantada salud; llegó a esta provincia en momentos en que había sido depuesto el gobernador Mota Botello por una sublevación encabezada por Abraham González y Bernabé Aráoz, quienes sometieron al ilustre patriota a humillante trato. Con profunda amargura y al borde la muerte Belgrano fue trasladado a Buenos Aires, donde murió.
Fuente: Efemérides - Calendario histórico escolar
Nuestra historia día por día
Enciclopedia temática ilustrada de la Argentina
Editorial Lesa
VOTO DE PROMESA DE LOS ALUMNOS
Texto que lee la persona encargada de tomar el voto de promesa a los alumnos de 4º año:
Alumnos:
La bandera blanca y celeste -Dios sea loado- no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún enemigo de la tierra.
Niños: esta bandera representa la patria de los argentinos.
¿Prometéis rendirle vuestro más sincero y respetuoso homenaje, quererla con amor inmenso y formarle, desde la aurora de la vida, un culto fervoroso e imborrable en vuestros corazones, preparándose desde la escuela para practicar a su tiempo, con toda pureza y honestidad las nobles virtudes inherentes a la ciudadanía, estudiar con empeño la historia de nuestro país y la de sus grandes benefactores, a fin de seguir sus huellas lumninosas y a fin también de honrar a la bandera y que no se amortigüe jamás en vuestras almas el delicado y generoso sentimiento de amor a la Patria? En una palabra: ¿Prometéis lo que esté en la medida de vuestras fuerzas para que la Bandera Argentina flamee por siempre sobre nuestras murallas y fortalezas, en lo alto de los mástiles de nuestras naves y a la cabeza de nuestras legiones y para que el honor sea su aliento, la gloria su aureola y la justicia su empresa?
ORACIÓN A LA BANDERA
Bandera de la Patria, celeste y blanca, símbolo de la unión y de la fuerza con que nuestros padres nos dieron independencia y libertad: guía de la victoria en la guerra, y del trabajo y la cultura en la paz: vínculo sagrado e indisoluble entre las generaciones pasadas, presentes y futuras: juremos defenderla hasta morir, antes que verla humillada, que flamee con honor y gloria al frente de nuestras fortalezas, ejércitos y buques, y en todo tiempo y lugar de la tierra donde ellos la condujeran: que a su sombra la Nación Argentina acreciente su grandeza por siglos y siglos, y sea para todos los hombres mensajera de libertad, signo de civilización y garantía de justicia!!!
Joaquín V. González
De Aurora "Canción a la Bandera"
Alta en el cielo, un águila guerrera
audaz se eleva, en vuelo triunfal
azul un ala del color del cielo
azul un ala del color del mar.
Así en el alta, aurora irradial.
Punta de flecha, el áureo rostro imita
y forma estela al purpurado cuello
el ala es paño, el águila es bandera.
Es la bandera de la patria mía
del sol nacida, que me ha dado Dios.
Es la bandera, de la patria mía
del sol nacida que me ha dado Dios.
Ópera de H. Panizzo

25 DE MAYO DE 1810



NACIMIENTO DE LA PATRIA
NUESTRA PATRIA ENTRE 1810 Y 1820
Dos importantes hechos políticos habían ocurrido en América y Europa, respectivamente, en las últimas décadas del s. XVIII: en el Nuevo Mundo, las trece colonias de América del Norte se declararon independientes de la monarquía inglesa en 1776, y en 1787 se dieron una Constitución que establecía como forma de gobierno la republicana federal, algo realmente novedoso para el mundo de entonces. Poco después, en 1789, comenzó en Europa la Revolución Francesa, suceso que conmovió a todo el continente y que repercutió en América.
La monarquía española apoyó a las trece colonias de la América del Norte en su lucha por la independencia y se mantuvo aliada a Francia a pesar de que en ese país se había depuesto a la dinastía de Borbón, otra de cuyas ramas reinaba en España. En virtud de esa alianza, la monarquía hispana se unió a Napoleón Bonaparte, el nuevo gobernante de los franceses, cuando en 1804 se reanudó la lucha armada con Gran Bretaña.
Aprovechando el estado de guerra, los británicos intentaron apoderarse del Río de la Plata, pero fracasaron en las invasiones realizadas sucesivamente en 1806 y 1807.
La crisis de la monarquía española
Los Borbones, que reinaban sobre España y América desde el 1700, fueron dejando de lado la política puesta en práctica por la anterior dinastía, la de los Habsburgo. Ésta había buscado formar en el Nuevo Mundo reinos independientes entre sí y de la Península, unidos todos por el vínculo en común que representaba el gobierno real. Los Borbones, en cambio, trataron de hacer de América un conjunto de colonias dependientes de España. Como consecuencia, desde fines del s. XVIII hubo entre los criollos un creciente descontento, aumentado por obra del gobierno despótico que se ejercía desde Madrid. De esto se culpaba a Manuel Godoy, el todopoderoso ministro del rey Carlos IV.
Como también en España era mal mirada esa forma de gobernar, la situación hizo crisis en marzo de 1808 al obligarse al monarca a abdicar en favor de su hijo Fernando VII. Como el cambio no gustó a Napoleón -por entonces emperador de los franceses-, éste logró que Carlos IV anulase su decisión en favor de su hijo y le cediera el trono a él, quien, por su parte, lo dio a su hermano José Bonaparte. Mientras se realizaba esta farsa política en la ciudad francesa de Bayona, las tropas napoleónicas ocupaba España.
En el territorio hispano aún libre se formó un gobierno provisional que representaba a Fernando VII, por entonces confinado en Francia. Este gobierno, que tomó el nombre de Junta Central, designó virrey del Río de la Plata al marino Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien a mediados de 1809 recibió el mando de su antecesor Santiago de Liniers y se instaló en Buenos Aires.
LA REVOLUCIÓN DE MAYO
La crisis de la monarquía española repercutió hondamente en América. En el Río de la Plata, por ejemplo, se formaron grupos políticos que proponían diversas soluciones para el gobierno del virreinato. Así, Martín de Álzaga -el alcalde que había defendido a Buenos Aires en 1807- buscaba independizar estas regiones de Fernando VII -por entonces preso en Francia- y constituir un gobierno de españoles europeos. Un grupo formado en su mayoría por criollos -Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano y Juan José Castelli, entre otros- durante un tiempo se dejó ganar por la idea -que luego desechó- de coronar a Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII y esposa de Juan de Braganza, el gobernante de Portugal, que por entonces residía en Río de Janeiro.
La situación se precipitó en los primeros meses de 1810 -o sea cuando el avance francés por tierra ibérica se aceleraba- y culminó en mayo. A mediados de este mes se tuvo aquí la noticia de que los miembros de la Junta Central habían dejado Sevilla, donde funcionaba, y que esa ciudad andaluza había sido tomada por los franceses. Si otro tanto ocurría en Cádiz, hacia donde avanzaban, nada quedaría libre en tierra española. En vista de lo que estaba ocurriendo, el virrey Cisneros publicó el 18 de mayo una proclama para pedir al pueblo que se mantuviese unido y que no se tomasen resoluciones sin conocer la opinión de todo el Virreinato.
Muchos vecinos, en su mayoría criollos, entendieron que había llegado el momento propicio para tomar decisiones. Por esto, los hechos comenzaron a precipitarse el 20 y culminaron el 25. Veamos su desarrollo:
Domingo 20: Saavedra y Belgrano piden al alcalde la reunión de un cabildo abierto. El Cabildo solicita al Virrey que dé el correspondiente permiso. Cisneros consulta a los jefes militares y éstos manifiestan que no están dispuestos a sostenerlo en el cargo. Por la noche, Juan José Castelli y Martín Rodríguez solicitan al virrey que dé la necesaria autorización y así lo hace Cisneros.
Lunes 21: los regidores deciden realizar el 22 un cabildo abierto y reparten invitaciones entre 450 vecinos principales, funcionarios, jefes militares y autoridades religiosas.
Martes 22: con la presencia de 251 vecinos, a media mañana comienza la deliberación presidida por el Cabildo. Durante el debate previo a la votación se escuchan, entre otros, los discursos dichos por Juan José Castelli y Juan José Paso. Se emiten por escrito 225 sufragios, cuyo escrutinio se deja para el día siguiente por lo avanzado de la hora.
Miércoles 23: al hacerse el recuento y la clasificación de los votos se tienen estos resultados: 160 se pronuncian por la cesantía de Cisneros por entender que había quedado sin representación al desaparecer la Junta Central de Sevilla. La mayoría de los votantes se manifiesta a favor de que el Cabildo tome el mando y designe una Junta que, a su vez, gobernaría el virreinato hasta que se reuniesen en congreso los diputados de todas las ciudades.
Jueves 24: el Cabildo designa esta Junta de Gobierno: presidente, Cisneros; vocales: José Santos Incháurregui, Cornelio Saavedra, Juan José Castelli y Juan Nepomuceno Solá. Estos cuatro -el primero peninsular y los otros tres, criollos- habían votado en la reunión del 22 por la cesantía de Cisneros. Precisamente, la presencia de éste en la Junta provoca la oposición del pueblo y la demanda de que los designados pidan al Cabildo que elija a quienes merezcan la confianza del vecindario.
Viernes 25: el Cabildo se reúne por la mañana y recibe una petición que firman muchos civiles y militares en favor de la designación como integrantes de la Junta a los que todos ellos proponen. Los regidores aceptan y pasado el mediodía eligen a esta Junta Provisional Gubernativa: presidente: Cornelio Saavedra; vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea, y secretarios: Juan José PAso y Mariano Moreno.
Los nuevos gobernantes enviaron el 27 de mayo una circular a los pueblos del interior para pedirles que, por medio de los cabildos, eligiesen diputados que se incorporarían a la Junta a medida que arribasen a Buenos Aires.
Para asegurar el acatamiento a su autoridad, también decidieron mandar expediciones militares de auxilio al Alto Perú y al Paraguay, así como un agente diplomático a Montevideo.
25 de Mayo
El patio de mi escuelita
se vistió todo de fiesta,
sol en los rincones
y flores en las macetas.
En cada boca una estrofa
con sabor a patria nueva,
y en cada pecho argentino
prendida una escarapela.
TACHUELA
Soy el negrito Tachuela
y vivo en mil ochocientos diez,
como dulce mazamorra
y me levanto a las seis...
Dice Misia Laureana
que soy pícaro y travieso,
yo me tapo las orejas
¡y esas frases no interpreto!...
Mas si hablamos cosas serias,
expreso mi vocación:
¡Amar la Patria Criolla
con todito el corazón!
¿Qué tal si desde una ventana enrejada nos asomamos al Buenos Aires de 1810?
SON COSAS DEL TIEMPO IDO,
COLONIAL Y COLORIDO
(...) Otra figura importante, era la del vendedor de aceitunas; desde las doce del día hasta las dos de la tarde, hora en que generalmente se comía en las casas de familia, se oía en las calles principales el grito aceituna una, lanzado por un moreno que llevaba sobre la cabeza un enorme tablero con platillos llenos de aceitunas condimentadas con aceite, vinagre, ají, ajos, limón y cebolla. Las aceitunas eran, en su mayor parte, producto del país.
Este artículo era muy vendible, y muchas familias especulaban en ese ramo, no teniendo el moreno más parte en el negocio que el vendaje; es decir, el tanto por peso, que generalmente era diez centavos.
A pesar de emplearse la aceituna sevillana y aún la francesa, gran parte de la que se expendía, como ya dijimos, era del país; entonces se cultivaba aquí, más que hoy el olivo.
Otros se ocupaban en vender, también por las calles, escobas y plumeros, que ellos mismos fabricaban, no se conocían los cuartos y fábricas de estos artículos, que hoy abundan en la ciudad. Vendían estos mismos, cueros de carnero, lavados.
Las negras o morenas se ocupaban del lavado de la ropa. Ver en aquellos tiempos una mujer blanca entre las lavanderas, era ver un lunar blanco.
Las morenas eran excesivamente fuertes en el trabajo, y lo mismo pasaban todo el día expuestas a un sol abrasador en nuestros veranos de intenso calor, como soportaban el frío en los más crueles inviernos. Allí en el verde, en invierno y en verano, hacían fuego, tomaban mate, y provistas cada una de un pito o cachimbo, desafiaban los rigores de la estación.
José Antonio Wilde
Fragmento de "Buenos Aires desde 70 años atrás"
PATRIA
Si la Patria fuera luz,
elegiría para ella
el reflejo de una estrella.
Y las más dulces melodías
que ancen del corazón
si la Patria fuera canción.
Si la Patria fuera calor
como el sol del mediodía,
fuerte, radiante, la vería.
Y pensaría en mi mamá
si la Patria fuera caricia
o simplemente una sonrisa.
Elsa Echauri
VOCES DE MAYO
LOS PREGONEROS DE LA COLONIA
En el Buenos Aires de 1810 no había autos, bocinas, rascacielos ni semáforos. Los sonidos y las caras que circulaban por aquellas calles empedradas eran muy diferentes de los que vemos hoy en día. ¿Te gustaría conocerlos? Con ustedes...
...el lechero
¡Atiéndame la señora,
atiéndame el señor!
¿No quiere leche fresquita?
¡La ordeña este servidor!
...el vendedor de velas
Desde la Recova vengo
y ya estuve en Monserrat
pregonando: "¡velas, velas...
para poderse alumbrar!"
...la mazamorrera
¡Mazamorra morra morra...
que alimenta, gusta mucho
y sacude la modorra!
...el farolero
¡Se acerca la nochecita
y mi antorcha pone ya
alegres chisporroteos
en la aldea colonial!
...la vendedora de pasteles
¡Empanaditas de carne,
pastelitos de membrillo!
¡Ofrezco de mi canasta
exquisitos bocadillos.
...el vendedor de escobas y plumeros
Vendo escobas de primera,
plumeros de los mejores...
Tenga su casa limpita,
¡No desoiga mis pregones!
...la mazamorrera
Mazamorra cocida
para la mesa tendida.
CAMPANITAS DE MAYO
Ya repican, ya repican
las campanitas de Mayo
y la patria está de fiesta
cuando llega cada año.
Ya repican cristalinas
y repiten en su canto
la gloria celeste y blanca
del veinticinco de Mayo
LOS PARAGÜITAS DEL 25
El veinticinco de mayo
de mil ochocientos diez,
salieron los paragüitas
porque empezaba a llover.
Livianas gotas de lluvia
desde el cielo se arrojaban
sobre aquellos paragüitas
que frente al Cabildo estaban.
Contagiados del fervor
que reinaba en la ciudad
bailaban los paragüitas
y las gotas, sin cesar.
Y un solo canto se oía:
¡un canto de libertad!
Publio Cordero

LAS ZAPATILLAS DE LA VIRREINA

Escena: en el amplio salón de un hogar patricio, a fines del mes de mayo de 1810: Todo está preparado como para recibir a los invitados, y un calvicordio aguarda ser tocadi, en un rincón. Doña Mercedes ensaya unos pasos de baile cuando aparece su criada, la negrita Pascuala:

Doña Mercedes: (ensimismada, moviendo grotescamente sus piernas, mientras sostiene su miriñaque): -Un...dos...tres...: un...dos...tres: ¿qué sigue?

Pascuala: -Cuatro, cinco y seis.

Doña Mercedes: (volviéndose hacia ella): -¡Pascuala! ¿Estabas espiándome?

Pascuala: -¿Yo? ¡Nada más ajeno a una negrita porteña!

Dona Mercedes: -¿Sabés lo que hacía?

Pascuala: -¿Pisoteaba cucarachas?

Doña Mercedes: -Bailaba (en un rapto de desesperación) ¡Ay, Pascuala, que voy a hacer! ¡Faltan sólo unas horas para el baile y yo moviéndome con la gracias de un mamut anestesiado! Y no es un baile como cualquier baile, ¿sabés, Pascuala? Es el baile que se hace para festejar la reciente revolución.

Pascuala (tratando torpemente de tranquilizarla): ¡Ah, entonces no se preocupe! Porque están todos tan contentos con eso que ni van a notar sus pistones.

Doña Mercedes: -¡Pascuala, qué grosera! Yo no voy a hacer papelones. Nunca los hice.

Pascuala: -Y entonces, ¿cómo se las arreglaba en los otros bailes?

Doña Mercedes: -Cuando un cabellero me invitaba, yo le decía con la mejor de mis sonrisas: "Gracias, pero yo no bailo el minué. Espero la chacona".

Pascuala: -¿Y cuándo tocaban la chacona?

Doña Mercedes: -No la tocaban nunca. Hace dos siglos que no se baila.

Pascuala: -¡Pero esa antigüedad de baile la mostraba fuera de moda!

Doña Mercedes (sonriendo): -Querida, si eso lo ahce una pobre desgraciada, es una anticuada, si lo hace una señora de mi fortuna es una tradicionalista. (Volviendo a su problema). Pero la cosa es que no puedo abusarme de la excusa, menos en una noche como la de hoy.

Pascuala: -Y es claro, los hombres se cansan de esperar. Mi Aparicio, por ejemplo, ya me advirtió que consiga mi dote para casarnos o se hace monaguillo.

Doña Mercedes (tiránica): -No me atormentes con tus asuntos, que no vas a sacar nada de mí. Menos ahora. ¡Estos cercada, el baile se acerca...!

Pascuala (con aire misterioso): -Doña Mercedes..., si yo le dijera que tengo la solución para su problema...

Doña Mercedes (abriendo bien los ojos): -¡Pascuala! ¿Es cierto eso?

Pascuala: -Tan cierto como que me llamo Roberta. Digo Pascuala.

Doña Mercedes: -¿Y cuál es la solución mágica?

Pascuala: -Mágica, usted lo ha dicho. Pero tiene que prometer no divulgarlo.

Doña Mercedes (imperiosa): -Prometido está, ¡vamos al asunto!

Pascuala: -Bueno, el Aparicio, mi novio, tiene las zapatillas de la virreina.

Doña Mercedes (tras una pausa de desorientación): -¡Y a mí qué me importa si tiene los coturnos de Mahoma!

Pascuala: -¡Usted no entiende, señora!

Doña Mercedes: -¡Por mi vida que no!

Pascuala: -¡Las famosas zapatillas de la virreina! Esa virreina bailarina que vivió en Lima. Siempre se dijo que era sin igual en el arte de la danza, y que tanta maravilla no venía sino de las ordinarias pero mágicas zapatillas que calzaba, para desagrado del virrey. El Aparicio se las compró a un mercachifle que vino de la mismísima Lima, el año pasado, y que juró habérselas quitado de los pies ¡a la mismísima virreina Perichola!

Doña Mercedes (desconfiada): -¿Y ella se dejó descalzar por un mercachifle?

Pascuala: -¡Lo pedía a gritos, pobre Perichola! ¡Hacía dos años que bailaba la gavota sin parar!

Doña Mercedes (entusiasmada): -¡Quiero esas zapatillas ya mismo!

Pascuala: -¡Ya mismo, señora! (Sale de escena corriendo).

Doña Mercedes (sola, saltando de alegría): -¡Dios bendiga esas zapatillas! Esta noche voy a ser la más invitada, la sensación, la envidia de todos, incluso de las chicas de Riglos, esas que bailan el minué como si fuera de su propiedad. Pasaré a la historia como la bailarina de las fiestas de mayo. (Descalzándose, les habla a sus regios zapatos) ¡Fuera estas rígidas porquerías! Desde hoy, a recorrer la casa bailando, salir de visita bailando; ir a misa bailando, dar pésames bailando, ¡bailando, siempre bailando! ¡seré Terpsícore, la musa de la danza! (Interrumpe con frenesí Pascuala, que entra con Aparicio, portador de las zapatillas). ¡Aparicio! ¡Dámelas!

Pascuala (deteniéndola): -Espere, señora ¡No se las ponga todavía!

Doña Mercedes (desconfiada): -¿Y por qué no?

Pascuala: -La virreina sería muy virreina pero pudo tener sus buenos hongos en los pies.

Doña Mercedes (ansiosa): -No me importa, quiero bailar el minué, ¡ya mismo!

Pascuala: -Bien, pero ¿podría pagárselas antes al bueno de Aparicio?

Aparicio (poniendo la mano con cara de tonto): -Son treinta pesos.

Doña Mercedes: -¡Treinta! Bueno, sea por no volver a hablar de la chacona. (Dando una bolsita a Aparicio) Tu paga. Ahora sí ¡a bailar! (Se pone las zapatillas y se prepara para salir bailando. Nada ocurre) ¿Y?

Pascuala: -Bueno, es que seguramente no bailan sin música.

Doña Mercedes (nerviosa): -¡Música, entonces! (Pascuala silba con entusiasmo un candombe. Doña Mercedes sigue petrificada). Yo no veo que bailen.

Aparicio: -A lo mejor son sordas.

Pascuala: -No, es que usted está un poco pesada para estas zapatillas.

Doña Mercedes (indignada): -¡Pesada!

Pascuala: -Sí, creo que necesitan un envión. ¡Aparicio! (Aparicio le da un buen empujón y doña Mercedes sale despedida de escena en giros alocados y grotescos. Pascuala y Aparicio ríen burlones). ¡Lo logramos, Aparicio! ¡Tenemos el dinero de la dote! ¡Qué buen festejo de mayo; que buena treta!

Aparicio (mirando hacia donde salió doña Mercedes, absorto): -Pero...¿es posible? ¡Está bailando de veras!

Pascuala: -¿Eh?

Aparicio (señalando): -¡No puede ser! ¡Es la señora bailando! ¡Es la Terpsícore! (volviéndose furioso a Pascuala) ¡Esas zapatillas eran mágicas de veras, torpe!

Pascuala (deseperada): -¡Y las vendiste por treinta pesos!

Aparicio: -¡Las vendiste vos, negra tonta! ¡Pudimos haber sacado para casarnos ocho veces, con cien fiestas y mil tortas!

Pascuala (llorisqueando): -¿Y si se las sacamos?

Aparicio: -¿Estás loca? ¡No ves que baila como un trompo! Porque...¿sabés qué creo? Que antes de que pueda dejar de bailar, ¡ya vamos a estar festejando el vigésimo aniversario de la patria!

Telón

GONZALO DEMARÍA